miércoles, 30 de enero de 2008

Era la tercera vez que me despertaba en medio de la noche. Mi reloj marcaba las 2:50am. Me revolqué unas cuantas veces más en mi cama, pero no encontré una posición agradable. Comprendí que no iba a poder dormir. Escuché algo fuera de mi cabaña y, por alguna razón, supe que era Virginia. Me puse los zapatos y salí. Al verla a lo lejos en los escalones de su cabaña sonreí. Lo hice sólo mientras miraba al suelo. Pero.. la vi triste... quizá se sentía sola. Creo que ya lo escribí antes: no soy bueno animando a la gente. Le mentí diciéndole que quería hablar con ella. Algo nervioso, le tomé la mano -suave y cálida como siempre- y la llevé al lago. En sos momentos, tuve que confesar que sólo quería pasar un rato con ella para que se animara. Luego de unos minutos y la vi sonreír: ¡estaba feliz!
Mientras pensaba que yo también estaba feliz, Virginia me dijo que sentía que era uno de esos momentos en que todo era tan perfecto, que la entristecía el saber que iba a ser incomparable. Lo que dijo me pareció tan cargado de sentimiento, que me sentí "raro", medio tenso... Solté una pregunta-broma para aliviarme un poco. Virginia se la tomó muy bien, por cierto.
Luego de dudar unos segundos, la abracé. Virginia se recostó en mí y... su perfume... una sonrisa se dibujó en mi cara y comprendí lo que había dicho Virginia. Ese momento era ...¿mágico?

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