jueves, 24 de enero de 2008

Todo el grupo del campamento había ido a la playa; aprovechando la ocasión decidí tomarme un día para mí misma. Necesitando un tiempo a solas se me ocurrió sentarme frente a ese piano abandonado, completamente cubierto de polvo que se encontraba en la cabaña central. Hacía semanas que no tocaba. Me apenó lo poco vivas que parecían las teclas. Apoyé mis dedos sobre ellas y el polvo se me adhirió al instante. Cerré los ojos y sin pensarlo comencé a tocar una melodía que yo misma había compuesto al finalizar el primer día de clases en el nuevo colegio. Volví a abrir los ojos, totalmente concentrada en mi música tardé en notar la presencia de Santiago en el cuarto. Parecía nervioso e incómodo cuándo lo invité a sentarse a mi lado. Me sorprendió el hecho de que a mí no se me despertaran nervios en absoluto al tocar delante de él. No solía dejar que nadie escuchara mis producciones, pero… en el fondo quería hacer esta excepción.
Ahora sí, quería llegar a esta parte del relato. Estábamos sentados en la misma banqueta, yo miraba el movimiento de mis manos cuando… un mechón de pelo cayó sobre mi cara y Santiago volvió a colocarlo detrás de mi oreja, rozando mi mejilla derecha en la acción. Estaba a punto de sonreír cuando me di cuenta de que era demasiada rara la situación. Lo miré sorprendida sin terminar de entender si me había acomodado el pelo por un simple reflejo, o si… pretendía acariciarme la mejilla y sólo estaba buscando una excusa. Tardé muy pocos segundos en procesar todo esto basándome en lo incómodo y avergonzado que parecía Santiago. De todas formas... en qué estaba pensando? Sabía que Santiago no me miraba de esa manera. Éramos sólo amigos… Al entender esto sentí muchas ganas de reírme, pero tenía que evitarlo. No quería hacer sentir más incómodo a mi amigo, probablemente no se había dado cuenta de lo que hacía hasta que yo dejé de tocar. Noté que él escondía las manos en los bolsillos de su campera, y sin saber qué hacer dije que debía irme, me levanté y salí del cuarto sin mirar hacia atrás.
Estaba volviendo a mi cabaña pensando en lo que acababa de ocurrir, e instintivamente apoyé mi mano sobre el sector de mi mejilla que Santiago había rozado al acomodarme el pelo. Corrí los metros que me separaban de la cabaña para mirarme en el espejo, y sí, efectivamente estaba completamente sonrojada. Ahora era yo la que se sentía incómoda… pero no pude evitarlo, tenía que reírme!

No hay comentarios: