miércoles, 16 de enero de 2008

Está terminando unos de los mejores días que pasé hasta ahora en este lugar. Todo comenzó con el anuncio de una búsqueda del tesoro, juego que aparentemente ya es una tradición en este campamento. Recuerdo que Santiago lo había mencionado exaltado en el viaje, pero no imaginé que a mí me pudiera entusiasmar.
Mi día comenzó cuando a las 7:30 a.m. sonó el despertador. Me duché mientras las otras chicas continuaban durmiendo y por primera vez en mucho tiempo presté atención a las gotas de agua impactando en mi piel. Como todavía era temprano cuando terminé de cambiarme decidí dar un paseo por el bosque. Tomé mi cámara de fotos y me encaminé hacia el arroyo que había a unos cuantos metros cerca de las cabañas de chicas. Debo haber estado un poco menos de una hora sobre el puente que lo atravesaba, observando el correr lento del agua, las rocas a los alrededores y algunas monedas perdidas en el fondo que brillaban cuando el sol se reflejaba en ellas. Cuando escuché las campanadas que despertaban al campamento me apresuré para llegar a la cabaña central a tiempo. Algunos chicos ya se habían sentado para desayunar. Otros en cambio todavía no aparecían. Vi entrar a Santiago y le sonreí. Se sentó a mi lado sin decir nada y apoyó su frente sobre la mesa de madera con la evidente intención de seguir durmiendo. No me atreví a despertarlo. Me había encantado que se sentara al lado mío. No pude evitar sonreír al pensar en eso.
Al finalizar el desayuno alrededor de las 10 de la mañana, se hizo el anuncio de la búsqueda del tesoro. El juego comenzaría a las 10.30 a.m. en punto cuando los dos equipos recibieran la primera pista que guiaría a una siguiente. Me correspondió ser del equipo rojo y a Santiago del azul. Me apenó un poco no estar en el mismo. La primera pista que nos tocó al equipo rojo fue una frase en un trozo de papel dentro de un sobre que nos entregaron los profesores:

"¡Nosotras, Aguas de Vida!
Fuente que a sí misma se debe
Y fluye con más abundancia
Cuanto más de sus aguas se bebe."

Recuerdo que nos miramos entre todos sin comprender. Una chica, Sofía, dio vuelta el papel y vimos el número 406 escrito en el centro. Se escuchó una voz que no llegué a identificar diciendo que debería ser el número de pista. Alguien más sugirió que podría ser un camino, pero nadie recordaba que estuvieran numerados. Guille, un amigo de Santiago, propuso analizar el texto en el papel. Empezamos a discutir que la mención de agua podría significar que la pista debería encontrarse cerca o en alguna fuente de agua como el lago, el arroyo o el mar. Guille comenzó a leer en voz alta el texto para que todos escucharan, pero antes de que pudiera terminar la segunda línea un chico con anteojos que se encontraba a mi izquierda finalizó el relato en su lugar sin mirar el papel.
-¿Lo conoces?- preguntaron varios con caras desconcertadas.
-Es el mensaje de las aguas que traduce Fújur en una aventura con Bastián y Atreyu para que puedan continuar el camino.
Nadie dijo nada.
-Es una cita de La Historia Interminable
Muchos levantaron las cejas mirándolo con expresión de desconfianza. El chico bajó la cabeza para mirar el suelo. El pelo le cubrió la cara y entonces lo reconocí. Siempre estaba en un rincón de la sala común escondido en algún libro.
-Hay que dividirnos en tres grupos. Unos deben ir al arroyo, otros al lago y el último grupo al mar. No encontramos aquí en una hora.- dijo Guille.
-¡Esperen!- grité sin pensar. Varios que ya se habían encaminado para irse se detuvieron.- Quizás..- titubeé.- Quizás esa es la clave, el fragmento del libro. Podríamos buscarlo en biblioteca antes de encaminarnos a las aguas. No perdemos nada.
Guille entrecerró los ojos al mirarme. Me dio la impresión de que mi plan no le había agradado en absoluto. Pero la mayoría se acercó respaldando mi idea.
-¿Cómo te llamas?- le pregunté al chico de anteojos.
-Martín.
-¿Sabes dónde está la biblioteca?- le pregunté.
-Por supuesto.- dijo.
A continuación, todos nos dirigimos a la biblioteca. Martín no tardó en encontrar La Historia Interminable de Michael Ende en la mitad del tercer estante. Abrió el libro y comenzó a hojearlo buscando la frase.
-No recuerdo en que página está.
-Fíjate en la 406.- dije con una intuición.
-¡Aquí está!- gritó sosteniendo triunfante en la mano un papel.
Guille se lo quitó de la mano y sin decir nada salió de la biblioteca. Todos lo seguimos al comedor y nos sentamos en una mesa a observar el papel que habíamos encontrado dentro del libro.. que misteriosamente estaba en blanco. Nadie sabía que hacer y recién luego de veinte minutos de reflexión Andy sugirió que esa pista podría conectarse con la anterior. Sin dudarlo, Guille buscó un vaso de agua y volcó la mitad sobre el papel. La mayoría del grupo gritó, pero las voces se fueron apagando al ver como un mapa se iba dibujando en la hoja. Se escucharon comentarios sobre cómo podía ser que a nadie se le hubiese ocurrido hacer eso antes. Al parecer era muy común la tinta invisible en pistas de la búsqueda del tesoro.
El grupo entero se encaminó al punto que estaba marcado con una cruz en el mapa: la cabaña número seis, curiosamente la de Santiago y sus amigos. Guille se resistió bastante a dejarnos entrar para buscar la siguiente pista, pero él era el único de esa cabaña, por lo que ganó la mayoría. La mitad del equipo se dedicó a buscar en los alrededores de la cabaña, y la otra mitad dentro de ésta. Al entrar sentí que, de alguna manera, estaba invadiendo a Santiago. Mientras Guille y otros dos chicos buscaban en los muebles, yo me enfoqué en la mesa de luz de mi amigo. Por más que no dejaba de sentir que lo que estaba haciendo no era correcto, no iba a perder la oportunidad de espiar.
Debajo de la cama de Santiago hallé un block de hojas de dibujo con unos cuantos bocetos. Dejé de respirar por unos segundos cuando encontré un retrato mío. Era tan idéntico que me asustó. No tenía idea de que Santiago me hubiera dibujado. No sabía qué pensar. No estaba segura si decirle algo, pero en cuanto comprendí que no debería haber visto esas ilustraciones decidí olvidar lo sucedido.
Volviendo a la búsqueda del tesoro… unos chicos encontraron una caja de madera debajo de las escaleras de la cabaña. La caja contenía una llave y la indicación de dirigirnos a la playa. Después de media hora de caminata llegamos a los acantilados y descendimos a la playa por el camino lateral. Era increíblemente perfecta la vista. Nunca fui amante de la playa, pero la tranquilidad que me transmitió ese lugar me despertó ganas de regresar y caminar en la orilla mojándome los pies.
La pista en la playa nos condujo de vuelta al comedor para almorzar.
La Búsqueda continuó, pero sólo pude compartir unos momentos con Santiago. Anochecía y mi equipo estaba en plena búsqueda de un grabado en un árbol de un trébol de cuatro hojas. Mientras exploraba los árboles en el sector que me correspondía encontré a Santiago recostado contra un tronco. Al principio supuse que también estaba buscando una pista, pero su pose y expresión de despreocupado y a la vez pensativo me hicieron dudar. Me senté a su lado, me contó que esta era la primera vez que perdía interés en el juego, dado que sentía que la búsqueda no era por diversión, sino sólo para ganar.
-No sé qué decir.- dije al cabo de un rato.
-No es necesario que digas nada.- me dijo sonriendo. –A todo esto, ¿qué haces por aquí?
-Tengo que ubicar un grabado en un árbol, un trébol de cuatro hojas.
-Así que un trébol de cuatro hojas - repitió en un tono misterioso. -Sígueme..
Caminamos unos cuantos metros hasta llegar a un árbol con un perfecto grabado de un trébol de cuatro hojas y un sobre debajo.
-Mira, ahí está tu pista.- dijo tendiéndome el sobre.
Sonreí. De repente sentí mucho frío y no pude evitar temblar. Definitivamente estaba refrescando. Tuve la impresión de que Santiago quería ofrecerme su campera, y quizás fue el grupo de personas del equipo rojo que se aproximaban lo que lo detuvo. Él desapareció entre los árboles y yo me uní nuevamente a mi equipo.
La Búsqueda del Tesoro finalizó ya de noche. Anunciaron al equipo ganador en la sala común y luego hubo una cena de celebración. Apenas terminé me levanté de la mesa y salí a tomar algo de aire fresco. El frío me obligo a resguardar mis manos en los bolsillos de ese abrigo abandonado que no usaba hacía años. Para mi sorpresa encontré una moneda. Jugué unos instantes con ella entre los dedos y entonces se me ocurrió ir al arroyo y pedir un deseo.
Estaba ya en el puente mirando el correr del agua cuando se acercó Santiago, haciéndome compañía en silencio.
Pasaron unos minutos y sentí la necesidad de interrumpir ese silencio.
-¿Tienes una moneda?.-le pregunté.
-No, dejé todo en mi cabaña.-dijo con cierta amargura
Lamenté entonces no poder pedir ambos un deseo.
-Lancemos mi moneda juntos.- sugerí, pero Santiago no pareció sentirse cómodo con la idea dando una excusa tan absurda que me hizo reír al punto de dejar caer la moneda en el agua.
Hablamos un rato más antes de regresar. Al volver, una vez recostada en la cama sentí una extraña necesidad de escribir sobre este día y me encaminé a la sala común deseando que nadie estuviera ocupando la computadora.

1 comentario:

Clementine dijo...

Si había alguien que podía entenderme eras vos :P jajaja que locas infelices.

te banco, y banco el blog.

Espero que estés bien y nos veamos pronto!
Besooooooooo