domingo, 30 de marzo de 2008

Si antes la relación con Santiago era rara, ahora no tengo palabras para describirla. Desde el comienzo: Estaba sola y aburrida en casa y me tentó ver una película de terror. Era casi medianoche y me asusté tanto que grité demasiado fuerte para una noche completamente calma en un pueblo sin vida nocturna. Claramente mi vecino me escuchó y corrió a tocarme la puerta. No sabía qué cara poner, cómo mirar a Santiago sintiéndome tan ridícula, pero.. curiosamente me alegró verlo. Le importé lo suficiente para asegurarse de que estuviera bien. Me preguntó por qué había gritado y lo invité a pasar. Terminó la película y nos quedamos hablando durante unos minutos hasta que se levantó para irse. Le insistí en que se quedara, pero -más frío que nunca- me rechazó la propuesta. No quiero imaginarme la cara que habré puesto, porque al instante me ofreció quedarse hasta que yo me durmiera. Preferí aceptarlo, quizás hubiera sido más incómodo si sumado a todo, ahora yo le decía que no. Me acosté en el sillón grande del living en donde habíamos estado viendo la película y cerré los ojos. Sabía que él estaba mirándome, ¡no podía dormir! De todas formas, me quedé con los ojos cerrados hasta que Santiago susurró mi nombre, y, al no haber respuesta de mi parte, se levantó y cerró la puerta detrás de él.

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