domingo, 2 de marzo de 2008

El lago es uno de los atractivos de este cálido pueblo. Probablemente por ello es que sea al lugar para las celebraciones importantes como las llamadas “fiestas del lago”. He revisado mi blog, y recuerdo aquella vez en que me encontré con una solitaria Virginia. Desde entonces hasta el momento en que escribo esto han pasado suficientes cosas como para decir que han pasado “tantas”.Ayer, sin embargo, fue uno de esos días en que no pasó mucho o debería decir que no pasó “nada” (o no escribir en lo absoluto).
Como buenos perdedores, el equipo que sufrió dos goles y no hizo ninguno (o sea, yo y otros) en el partido pasado tuvo que pagar las bebidas. Entre los recuerdos, bromas y planes futuros, el tiempo no se demoraba en avanzar en mi reloj.
Entonces fue que vi a Virginia. Vestido azul, sandalias negras y su sonrisa de toda la vida. La saludé. Estreché manos con Damián que la acompañaba. Durante unos lentos minutos, palabras de los tres se sumaron al bullicio nocturno. Pero no prestaba mucha atención: me perdí entre las fugaces miradas que ambos intercambiaban entre sí y mi falta de ideas para escaparme y continuar enterándome de las "rarezas" que algunos de mis amigos habían hecho durante las vacaciones. 
Fogata, canciones, gritos, amigos que intentaban arrojarme al lago (¿Virginia, recodarías aquella vez?)… una nueva fiesta del lago. 


 PD: Mañana clases… pereza a su máximo nivel.

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