domingo, 30 de marzo de 2008

De pronto, escuché gritar a Virginia. Miré por mi ventana y la luz de su habitación estaba apagada. Corrí y llegé a la puerta de su casa con el corazón en la mano. Toqué varias veces. Intenté ver por alguna ventana, pero las cortinas no lo permitían. Cuando Virginia abrió la puerta, me sonreía. Creo que con vergüenza. La vi bien. No gritaba más, estaba bien. No quise que me viera excesivamente agitado, aunque quizá una gota de sudor revelaba mi secreto: paré de respirar. Utilizando el poco oxígeno que me quedaba, le pregunté  el porqué de su grito. Mientras me explicaba que gritó por una película de terror, pasaron unos 15s en que me ahogaba. Virginia me invitó a pasar. No era el momento para hablar, todo el aire de mis pulmones iba a salir. Simplemente asentí y pasé. Con un gesto, me metí al baño. Respiré, me lavé la cara y salí. 
La película era buena, me quedé a verla. Me senté junto a ella y, por momentos, la miraba abrazar el cojín en vez de la película (tengo que admitir que así yo también dejaba de ver algunas de las escenas terroríficas). 
Al terminar la película, conversamos un rato. Nos burlamos un poco del miedo del otro hasta que recordé que no tenía planeado estar allá (le había cortado una llamada a Camila... supongo que no se molestará, pasé la tarde con ella).
Lo incómodo fue que me pidió que me quedara. Le dije que no. Me quedé hasta que -creo- fingió dormirse.. nadie se duerme tan rápido luego de una película de terror! Al salir, pensé asegurar la puerta, pero recordé que solo sería posible si yo me quedaba adentro.

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